Assertio veteris vulgatae editionis iuxta decretum Sacrosancti oecumenici & generalis Concilij Tridentini Sessione quarta. [Junto con:] Assertionis pro tuenda veteri vulata (sic) latina editione secundum mentem Concil. Trid. & pars secunda.

Salamanca & Valladolid: Mathias Gastius & Didacus Fernández de Córdoba, 1576. First Edition — Primera edición. 200x125mm. (7¾x5").. -I. Salamanca, Mathias Gastius, 1576. (8), 165 h., 1 bl., (4) h. Portada con escudo xilográfico episcopal de Gaspar de Quiroga. -II: Valladolid, Didacus Fernández de Córdoba, 1577. (4), 75 [i.e. 87], (1) h. Portada con escudo xilográfico episcopal de Gaspar de Quiroga. Importante encuadernación renacentista española de la época en piel, ricamente decorada con composiciones geométricas formadas por ruedas, hilos y grecas doradas, en el centro el escudo de la Inquisición, restaurada. Rarísima reunión de los dos libros de Nicolás Ramos dedicados al Concilio de Trento (1545-1563) y los sínodos ecuménicos, vestidos con una importante encuadernación artística española de época. Se debaten especialmente aquí las cuestiones relativas a la impresión de Biblias. Las dos partes están publicadas en ciudades y fechas distintas, lo que hace difícil verlas reunidas en un solo volumen, especialmente un ejemplar como el nuestro que perteneció a algún miembro destacado del Santo Oficio de la Inquisición. Nicolás Ramos (1531-1599) era un fraile minorita y a la sazón guardián y profesor de Teología en el convento de San Francisco de Valladolid, además de calificador del Santo Oficio; en 1588 sería nombrado obispo de Puerto Rico y en 1592 arzobispo de Santo Domingo. La obra, dedicada al inquisidor general Gaspar de Quiroga, está escrita desde posiciones conservadoras contra judíos y judaizantes, como Pagnino o Vatablo. La intención de los Padres del Concilio no era condenar la versión de los LXX libro ni los originales hebreos, sino establecer que la Biblia Vulgata debía preferirse entre las versiones latinas. Pero la redacción del decreto daba pie a la discusión y el debate fue muy grande, y a menudo virulento, entre los teólogos de la época. Los partidarios de rechazar tanto los originales hebreos como la Septuaginta (por su supuesta adulteración) encontraron un apoyo en ese decreto que declaraba auténtica la Vulgata. Referencias: Palau 247749; CCBE S. XVI, R, 138 (parte I)